CONTRALUZ
Siempre
hay en la botica tintura de árnica para los golpes o romero para el dolor. Pero
nunca jamás para aquella molesta sensación que vuelve lenta, discreta al abrir
un abandonado cajón, un álbum empolvado de tristes colores o una calle sin fin
extraviada en las pupilas pardas de mi triste mirada…
Volviste
con
martillo golpeando en mi memoria. Como luz colándote por las grietas de mis
recuerdos. Con un retrovisor proyectando lugares donde nuestros cuerpos
apagaron su deseo. Donde por vez primera lloramos nuestra ausencia y, donde
nuestras palabras quedaron atrapadas entre los árboles que exhiben su follaje…
Perdón
por todo y por nada. Ya sabes, todo hombre carga muertos en su espalda pero los
míos ya no hieden.
Sin
embargo, hoy que tu ausencia se hace eterna, que no hay árnica ni romero que
cure mi viejo dolor, un contraluz en la distancia, una mano, un adiós…
...
A lo mejor había llegado el día y aún no lo sabía. En ocasiones el trabajo, el
estrés y los problemas la habían mantenido distante, pero no era la distancia
en sí. Entonces aquel viernes se levantó de su silla, se miró en el espejo y
después de 24 lunas fue que se percató que su corazón ya no estaba. Se había
mudado.
FUERA DE TU EMBAJADA
Anoche
mi ciudad se deshizo en lo erosivo de tu palabra.
Solo
mi poesía quedó incólume.
Mis
pies han quedado huérfanos y, ya tus fronteras se han cerrado…
En
esta mañana septembrina nuestros cuerpos ya no cantan, ni el lente de tu cámara
graba mi imagen.
Tu silueta
se ha perdido en las arenas de la playa o en los pliegues de las dunas.
Ahora
eres piedra y yo papel.
Quizá
te vas fugando en el verde mayo en la espuma del mar…
Y yo
estoy de vueltas al exilio de agosto donde me hallaste…
Abraham
Para mis viejos amigos y hermanos de infancia
Billy Brannen Jattin
Abu Dhabi, Emiratos Árabes Unidos.
Y Abraham Elías Jattin
Billy Brannen Jattin
Abu Dhabi, Emiratos Árabes Unidos.
Y Abraham Elías Jattin
Abraham,
Peregrino patriarca,
Marchaste de tu tierra y parentela un día
Y llegaste a la nuestra de cruz y de ciénaga,
Para sembrarte aquí,
De donde también sembrabas en estas huertas los cedros,
Hombres que desde el Oriente iban llegando.
Con tus pesares en árabe y español,
Soportabas con paciencia el dolor de no mirar más, “al viejo de la cabeza blanca, la corona blanca, la montaña blanca… Líbano”.
“Alsheik dzu al-ras al –abbiadz, altej al –abbiadz, al-yabal al –abbiadz”
¡Oh Abdallah!
Marchaste de nuevo, esta vez para no volver.
Y aún desde tu más allá, sigues sembrando cedros que desde el Oriente van llegando.
A Nelson Rolihlahla Mandela
el diamante negro…
Prisionero 466/64
Tu sangre memoria color de África
te heredó la palabra, esa espada cortante que
abatió al apartheid y mutiló la mano acerada
de Robben Island, Verster y Pollsmoor…
Madiba, longevo diamante. Ahora que has
vencido, que has amado y perdonado sin
anclas, que has mostrado al guante blanco
tu inquebrantable corazón, devuelves al
mundo una pedrada envuelta en este grito
de antílope que corre libre por el África
ardiente, vistiendo el traje humano del
mestizaje perfecto de que nadie sabe de
quién es más roja la sangre…
A Mercedes Sosa voz de América…
Un pájaro extraño y cromo
Un pájaro extraño y cromo se anidó anoche en el árbol de mi memoria y con él la noticia que me embarga de ti.
Pero no la noticia histórica, rígida, agreste que busca asir una metáfora de hálito humano para vivir. Si no aquella escrita en líneas de buenos recuerdos con rostro de poesía, palabra, libro y canción que un 9 de julio se conjugaron en raíces tucumanas para ser Tú…
Descifro ese pájaro extraño y cromo y en su extenso plumaje Yo de niño que dormita arrullado por tu voz asomada en la garganta de mi madre.
Haydee Mercedes, Marta o la Negra. Cantora con piel de América y andina cabellera. Ofreciste tu corazón como un gigante porque no eras tú una mujer, sino un continente que enfrentaba la crueldad de aquellas pardas y negras camisas que un día el tiempo escupió. E hiciste de toda la sangre esparcida canción en el viento…
Cuantas veces te asomaste temprano en la ventana de mis oídos con un –Me gustan los estudiantes; Duerme, duerme negrito; Canción con todos o El grito de la tierra-
Cuantas veces tu impetuosa melodía como un cóndor que derriba Fronteras, llegaba traída por la rosa de los vientos de Tucumán a Santa Cruz la del Sinú, para posarte en el diapasón infinito de mágicas cuerdas de aquel viejo Cedro que en casa yacía…
Madrugada levantas el vuelo Mercedes, hoy 4 de octubre en ese pájaro extraño y cromo. Pero derramas tus alas de amor en un canto de esperanza, luz y alegría vendando los huesos quebrados de esta América herida…
“A la memoria de Miriam Zenzile Makeba
Mamá África”
Elegía a Mamá África
Tus ojos Miriam vieron la luz de Igoli y fuiste en tus
días mujer y canción fundida en ícono audaz
de noches inquebrantables que vieron a África nacer.
Miriam Makeba. Mamá África, la más grande, la más
bella. En cada escenario te seguían tradiciones
envueltas en tus típicos trajes que asomaron
coloridos tu tierra ancestral.
Cuando en tus brazos cantabas a Kenya y Angola,
a Guinea y Mozambique, aparecías en la brisa
fresca del Caribe que entraba en mi aldea besando
el Sinú. Venías a mí, con tu cálida voz, con un
pueblo que coreaba en tu garganta, con esa voz que
siempre elevaste para cantarle a la paz…
En tanto yo Miriam Zenzile, ignoraba que en tus
noches magulladas de luces, vencías las garras
implacables del cáncer cervical y soportabas el
embate violento del tempestuoso apartheid que un
día derribaste sin piedad.
Porque tres décadas de exilio y algo más
no son nada con la patria a cuestas.
Pero Unkulunkulu no se hizo esperar y Castel
Volturno no opuso resistencia para que Intulo en
mitad de la noche del 10 de noviembre te visitara.
Cerraste Miriam tu última página y te marchaste con
tu enorme corazón de ébano bantú a esa ciénaga
mítica Uhlanga de donde otra vez nacerás para
cantar al mundo libertad.
Del libro "Tiempo entre dos aguas"
A María Sahér Banna
Mi abuela, cuyas lágrimas se secaron
De tanto llorar su tierra
Las Ceitunas de mi niñez
Cada vez que mis pisadas transitan la acera de esa carrera
“Fulgencio Lequerica Vélez”
Veo la imagen oculta de mi niñez tocando la gruesa puerta caoba
A una abuela anciana que en sus arrugas cargaba el peso de la guerra
A un padre sincronizando un motor y a unas tías tejiendo en sus
Sillas la historia de su pueblo
Al viejo aljibe guardando en su vientre las lágrimas del cielo y yo
Absorto bajo ese árbol viejo y cansado comiendo aceitunas
que en secreto robaba
Tal vez la abuela de arrugas profundas
nunca más vuelva a abrir la gruesa puerta caoba
Ni el sabor de las aceitunas de mi niñez sea el mismo
bajo ese árbol viejo y cansado
Ahora cuando cruzo la nueva puerta metálica
Junto al mostrador el discurrir de una suave voz pregunta
¿Qué desea Usted Señor?...
Absorto pido aceitunas
Mientras el recuerdo de familia regresa de súbito
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